Nuevo Pensamiento, Misma Mentira pt 2

A las personas que no creen en Dios les gusta pensar que sus creencias, y las decisiones que toman basadas en ellas, son completamente propias. Lo que no saben es que casi todo lo que creen sobre el mundo moderno ha sido dirigido. La idea de que se vive en una sociedad mayormente secular está muy lejos de la realidad. Quitar los valores cristianos de la política, la educación, la ciencia, la sociedad y la cultura no significa que no exista un marco espiritual detrás de todo eso. Curiosamente, los creyentes se enfrentan al mismo problema. No perciben que lo mismo que ha guiado al mundo secular también ha influido en ellos, alejándolos poco a poco del cristianismo.

Detrás de este cambio estuvo el Nuevo Pensamiento, un movimiento progresista que transformó el cristianismo a partir del siglo XIX. Cambió la forma en que las personas concebían la religión, la Biblia y a Dios. Recalcaba la experiencia personal y la espiritualidad por encima de la autoridad religiosa. Impulsaba la autosuficiencia y la conexión con la naturaleza como fuente suprema de la verdad. Todo eso iba en contrario al cristianismo tradicional. No obstante, en los últimos doscientos años, el Nuevo Pensamiento se ha convertido en una parte integral del cristianismo moderno. Lo más curioso es que la mayoría de los cristianos ni cuenta se dieron de los cambios que fueron infiltrándose en su religión.

Aunque se considera a Phineas P. Quimby, un relojero que se convirtió en sanador, como el padre del Nuevo Pensamiento, sus raíces se remontan al científico y místico del siglo XVIII, Emanuel Swedenborg. Él creía que el mundo espiritual era un reflejo del mundo natural y que, dado que el mundo natural podía ser observado, el mundo espiritual también podía entenderse de manera científica. Así, Swedenborg dio al mundo espiritual una apariencia científica y al mundo natural un tinte cristiano. Con ello, pretendía unir la espiritualidad con la ciencia.

Swedenborg publicó treinta volúmenes de filosofía y teología que encajaban perfectamente con los objetivos de la Ilustración. Los líderes de este movimiento desafiaron el poder de la Iglesia Católica, promoviendo una cultura y una sociedad seculares, y defendiendo la razón y la ciencia como sustitutos de lo que veían como superstición y fe ciega. Sin embargo, pocas veces se menciona que la Ilustración fue, en muchos sentidos, un movimiento elitista e hipócrita. Su oposición no era sólo contra una institución religiosa, sino contra el cristianismo en su conjunto.

Aunque hablaban de igualdad, muchos ilustrados consideraban a las clases populares religiosas como ignorantes. Y aunque rechazaban el cristianismo, no dejaron de interesarse por lo espiritual. Como Swedenborg, varios de sus pensadores más influyentes estaban profundamente marcados por tradiciones esotéricas como el rosacrucismo, la masonería y la cábala. En el fondo, no estaban peleados con la espiritualidad, sino con el cristianismo.

La transformación del cristianismo en una ciencia espiritual comenzó, sin querer, con la búsqueda de una cura. El médico vienés Franz Anton Mesmer creía que un fluido invisible, comparable a la electricidad, fluía a través del cuerpo humano, una fuerza universal que él llamó Magnetismo Animal. Mesmer decía que la enfermedad surgía cuando este fluido se bloqueaba, y que usando imanes podía restablecer su flujo natural y estimular la curación. Sus tratamientos a menudo conducían a sus pacientes a estados de trance en los que se volvían muy sugestionables. Eventualmente, descubrió que podía producir los mismos efectos usando solo sus manos.

Es poco probable que Swedenborg y Mesmer se cruzaran, y aunque no hay evidencia documentada de que Mesmer haya sido influenciado directamente por Swedenborg, eso no quiere decir que no lo haya sido. Sus ideas tenían sorprendentes similitudes, particularmente en cuanto a fuerzas invisibles, la conexión entre la mente y el cuerpo, y el papel del sanador como una especie de mediador entre los reinos. Y dado que Mesmer era conocido por tomar ideas prestadas (a veces sin dar crédito), no es descabellado imaginar que pudo haber absorbido conceptos swedenborgianos de manera indirecta, si no es que directamente. Sea como sea, Mesmer ayudó a sentar las bases de lo que eventualmente se convertiría en el movimiento de Nuevo Pensamiento.

El Mesmerismo fue clave en el desarrollo del movimiento de Nuevo Pensamiento en los Estados Unidos. Esta evolución también fue impulsada por un movimiento literario y filosófico conocido como el Trascendentalismo, surgido del Swedenborgianismo. Encabezado por los escritores Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau, el Trascendentalismo destacaba el poder de la mente para moldear la realidad, así como la autosuficiencia, la intuición y la conciencia personal. Emerson, en particular, adoptó una visión panteísta del mundo: no veía a lo divino como un Dios separado y personal, sino como un espíritu universal presente en todos los seres vivos. Thoreau, por su parte, consideraba la naturaleza como un camino hacia la verdad espiritual, encontrando en ella un significado sagrado.

Cuando era joven, Phineas P. Quimby padeció tuberculosis, para la cual no existía todavía una cura conocida en ese momento. Para distraerse del dolor, solía dar largos paseos en carruaje. Durante esos paseos, su estado mental mejoraba y experimentaba alivio de sus síntomas. Esta observación lo llevó a un viaje de descubrimiento sobre la conexión entre la mente y el cuerpo. Convencido del poder mental para la sanación, Quimby abandonó la relojería y se dedicó a sanar a los demás. Aunque se consideraba cristiano, su forma de cristianismo era más metafísica y psicológica que tradicional.

En la opinión de Quimby, las creencias falsas, el miedo y la ignorancia causaban enfermedades. Sus ideas coincidían estrechamente con las de Swedenborg: sostenía que los pensamientos moldean la realidad. Negaba tanto la efectividad como la necesidad de la medicación, y concluía que la enfermedad era un estado mental. La única cura real consistía en tratar la mente. Consideraba a Jesús no como un ser divino, sino como un maestro sanador. Para Quimby, los milagros realizados por Jesús no eran actos sobrenaturales, sino el resultado de su profundo entendimiento de las leyes espirituales y del poder transformador de la mente. Veía el dominio de la mente como una ciencia espiritual, a la que llamaba la Verdad Cristiana.

Usando a Jesús como ejemplo de maestría mental, Quimby proclamó que la capacidad de sanar no era un privilegio, sino una ley o ciencia universal accesible para todos. Según Quimby, la cura para cualquier enfermedad es la verdad pura, racional y práctica, no mística ni religiosa. En otras palabras, la verdad no emana de Dios, sino de la mente humana, un concepto semejante al que proponía Swedenborg. Quimby también rechazó la doctrina cristiana ortodoxa, aunque mantuvo una apariencia cristiana. Sin embargo, dio un paso más allá que Swedenborg.

Mientras que Swedenborg cubría el misticismo con simbolismo cristiano, la filosofía de Quimby usurpó por completo la autoridad de Dios y la divinidad de Jesús, colocándolos directamente en las manos del hombre. En teoría, eliminaba el control de la Providencia Divina y lo ponía directamente en manos humanas. Si el hombre puede transformar la realidad y sanar a sí mismo mediante el entendimiento y el pensamiento, entonces ya no necesita a Dios. De esta manera, las creencias puramente metafísicas de Quimby sirvieron de puente entre el misticismo cristiano de Swedenborg y las ideas que eventualmente formarían la base del movimiento de Nuevo Pensamiento.

Entre los pacientes de Quimby estaba la futura fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy. Luchando contra una enfermedad crónica, se dirigió a Quimby, de quien aprendió el poder de la mente y su capacidad para sanar al cuerpo. Sin embargo, Eddy desarrolló sus propias enseñanzas, que se alejaron de lo que aprendió de Quimby. A diferencia de su mentor, que se distanció de las creencias religiosas, Baker Eddy las abrazó, ofreciendo una interpretación radicalmente diferente. Ella creía que la realidad es espiritual, no material, y que “Dios no es una persona, sino un principio infinito y omnipresente: Mente, Espíritu, Alma, Vida, Verdad y Amor.”

En cierto modo, la filosofía de Baker Eddy guardaba semejanza con la de Swedenborg, en el sentido de que ella veía a los seres humanos como un reflejo de Dios. Por lo tanto, si Dios es perfecto, también lo son los seres humanos. En su visión, Jesús fue un hombre, el científico supremo y un ejemplo a seguir por todos. El Cristo, por otro lado, es el espíritu divino de la verdad que puede ser encarnado por cualquiera. Jesús sanaba porque comprendía que la enfermedad no es una realidad física. Al igual que el pecado y la muerte, es un error mental, una ilusión. Al igual que Swedenborg, la interpretación de Eddy de la Biblia era profundamente metafísica y definitivamente no cristiana.

Al principio, Mary Baker Eddy tenía un pequeño grupo de seguidores. Enseñó ‘sanación mental a través de la verdad de Dios’, lo que esencialmente significaba que cada individuo es divino. También publicó sus enseñanzas sobre sanación espiritual. Sin embargo, Eddy era conocida por ser muy controladora y no toleraba críticas ni aportes que se apartaran de sus enseñanzas. Esto llevó a que varios de sus estudiantes se separaran y formaran sus propias iglesias. Muchas de esas ramas aún existen hoy. Entre las más notables están Unity Church, Divine Science y Religious Science/Science of Mind. Todas estas iglesias de Nuevo Pensamiento afirman ser cristianas, pero se enfocan en el yo divino y el empoderamiento personal, no en Cristo.

A principios del siglo XX, el Nuevo Pensamiento comenzó a influir en la psicología a través de William James, el padre de la psicología americana. Le otorgó legitimidad al Nuevo Pensamiento, no porque compartiera la misma teología, sino como una práctica efectiva de la mente sobre la materia. En esencia, lo consideró un fenómeno de sugestión o efecto placebo. Por otro lado, el psicólogo Carl Jung era profundamente esotérico y gnóstico. Su influencia provenía no solo de Swedenborg, sino también de la alquimia, el rosacrucianismo, la masonería y el gnosticismo antiguo. Estas tradiciones esotéricas sirvieron de base para sus conceptos clave sobre el inconsciente colectivo y los arquetipos.

El Nuevo Pensamiento realmente entró en la corriente principal y abrió la puerta al movimiento de autoayuda, desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, a través de figuras como Wallace D. Wattles, inspiración para The Secret; Norman Vincent Peale, autor de The Power of Positive Thinking; y Napoleon Hill, autor de Think and Grow Rich, todos ellos populares también en América Latina. Otras figuras importantes incluyen a Ralph Waldo Trine, autor de En Armonía con el Infinito; Conny Méndez, autora de Metafísica Cuatro en Uno; y, tal vez la más conocida entre los hispanohablantes, Paulo Coelho, autor de El Alquimista.

La Iglesia católica consideraba—y continúa considerando—la teología de Swedenborg una herejía. No está de más señalar que el ahora difunto papa Francisco era admirador del jesuita Pierre Teilhard de Chardin, un pensador profundamente influenciado por Swedenborg. De Chardin fue censurado y sus obras fueron prohibidas por la Iglesia en 1962. Sin embargo, para Francisco, un papa bastante progresista, esas ideas merecían una reconsideración positiva, algo que los católicos tradicionales rechazan por completo.

El asunto es que el Nuevo Pensamiento se infiltró principalmente en el cristianismo protestante a partir de finales del siglo XIX. Comenzó de manera lenta y sutil, y las iglesias se fueron adaptando a los movimientos populares para atraer a más personas. Conforme se volvían más liberales, el enfoque se desplazó del pecado y la salvación hacia el bienestar y el pensamiento positivo. Este cambio se debió no solo al creciente movimiento del Nuevo Pensamiento, sino también al emergente movimiento de la Nueva Era.

El movimiento del Nuevo Pensamiento precedió al de la Nueva Era por un siglo, pero fue esta última la que acaparó la atención pública. Este tema se trató en una publicación anterior, por lo que aquí basta con señalar que sus orígenes se encuentran en la Teosofía. Helena Petrovna Blavatsky introdujo el misticismo oriental y el espiritualismo en los Estados Unidos en 1875. Mientras los cristianos sabían poco sobre el movimiento del Nuevo Pensamiento —que ya se había infiltrado en sus iglesias—, estaban muy al tanto de la Nueva Era y sus prácticas. No obstante, esta no alcanzó popularidad sino hasta mediados o finales de la década de 1960. Bajo la dirección de Blavatsky, la Teosofía admiraba ciertas prácticas del budismo y el hinduismo; sin embargo, no se interesaba en las religiones en sí mismas. De hecho, despreciaba todas las religiones organizadas, especialmente el cristianismo.

Alice A. Bailey, sucesora de Blavatsky, mostró aún menos interés por el budismo y promovió una filosofía distinta, enfocada en influir en la educación, la política y la cultura desde sus niveles más altos. Curiosamente, las creencias y prácticas de la Nueva Era influyeron en el Nuevo Pensamiento y, en consecuencia, en el cristianismo. No ocurrió lo mismo en sentido inverso: mientras conceptos como la meditación, la visualización y la sanación energética se integraron al Nuevo Pensamiento y a prácticas cristianas, principios como la oración afirmativa o el pensamiento próspero no tuvieron impacto significativo en la Nueva Era. En resumen, la influencia fue mayor en una dirección que en la otra.

Una vez más, la cultura popular no reconoció los objetivos subyacentes del movimiento de la Nueva Era, cuyos fines eran en muchos aspectos similares a los del Nuevo Pensamiento. Ambos movimientos —el Nuevo Pensamiento y la Nueva Era— fueron influenciados por el rosacrucianismo, la masonería, la cábala, las antiguas escuelas de misterio y el hermetismo. En esencia, eran dos expresiones de una misma corriente: el Este encuentra al Oeste, por así decirlo. El punto clave es este: ya sea que se siga el Evangelio de la Prosperidad, la oración afirmativa o prácticas como la meditación y el yoga, es fundamental reconocer que todas se oponen al cristianismo tradicional.

Un movimiento, por definición, es un esfuerzo organizado con el objetivo de alcanzar un objetivo común. Puede llevarse a cabo de manera colectiva o de forma independiente por personas con ideas afines, incluso si están separadas por la distancia o el tiempo. Ni siquiera es necesario saber que se forma parte de un movimiento; basta con compartir ideas, filosofías o simplemente seguir una moda. Tampoco es imprescindible conocer exactamente de qué se trata o de dónde surgió. Basta con que a la gente le parezca una buena idea para adoptarla. Y he ahí el grave problema.

Por último, hay que señalar algunos puntos importantes. En español se dice la Ilustración, mientras que prácticamente en todos los demás idiomas es la Iluminación, y esta es la connotación que debe tener. La idea central del movimiento no era tanto educar, porque, si lo hubiera sido, habrían explicado claramente el origen de sus ideas. De haberlo hecho, las masas ignorantes, como las designaba la élite por ser creyentes, no lo habrían aceptado. Lo que realmente querían hacer, en realidad, era iluminarlos, tal cual, con las ideas y creencias del Rosacrucianismo, la Masonería y la Cábala, sin que ellos lo supieran.

La separación de Iglesia y Estado fue la excusa para alejar a las masas de su creencia en Dios y sustituirla por un esoterismo oculto. Este espíritu oculto ha sido la fuerza impulsora detrás de casi todos los grandes movimientos desde la Ilustración. Mucha gente ha sido engañada al creer en el objetivo declarado, sin saber que existe una agenda subyacente. En la política, parece que hay dos sistemas separados y opuestos, como la derecha o la izquierda, pero la realidad es que ambos te llevan al mismo lugar, bajo su control. Igualmente, el Nuevo Pensamiento y la Nueva Era vienen de lo mismo y te dirigen a donde mismo. El problema no es tanto la ten cuidado con lo que crees. Que te quede claro: ninguno de los caminos al infierno está pavimentado con buenas intenciones.

Ten cuidado con lo que crees. A veces uno piensa que va por buen camino… y resulta que no. ¿A dónde crees tú que te quieren llevar?

2 comentarios sobre “Nuevo Pensamiento, Misma Mentira pt 2

  1. Los valores cristianos son los valores del bien y del bien común. Al menos así lo veo yo, interesante el tema que planteas. Soy nueva en wordpress, quieres seguirme y te sigo? o sea que nos subscribamos mutuamente ? Saludos !

    Me gusta

Dejar un comentario