Entre todas las cosas que están pasando en el mundo que no tienen sentido, lo más inexplicable es el enfoque que hay sobre la sexualidad de los niños. Antes la importancia de cuidar la inocencia de los niños era indiscutible. Ahora, parece ser todo lo contrario. El afán de exponerlos a temas para los cuales no están preparados y que puede causarles daños psicológicas y emocionales desafía la lógica. La insistencia en que la confusión de género es parte del desarrollo infantil normal en la era moderna es una locura absoluta. Tiene que haber una razón por la que esto está sucediendo.
Obviamente, no se ha dado de manera natural, ha sido inducido, y si bien esto puede parecer un fenómeno reciente, lo cierto es que es el resultado de casi 100 años de adoctrinación. Es el Efecto Kinsey. La subversión de los valores y la transformación de la sociedad a través de la normalización del comportamiento sexual desviado basado en la psicopatología, la ciencia falsa, y la propaganda dirigida principalmente a la sociedad americana y luego el mundo.

Los informes de Alfred Kinsey, publicados como libros, no eran suficientes para lograr algún cambio contundente. Para eso, fue necesario que apareciera en escena alguien que pudiera ponerlos en práctica a plena vista del público para darles credibilidad e iniciar lo que llegaría a ser conocido como la revolución sexual. Alguien aún más narcisista y sexualmente desviado que el mismo Kinsey. Ese alguien fue Hugh Hefner, el fundador de la revista pornográfica Playboy.
Criado en una familia metodista, conservadora, de clase media, Hefner tuvo una niñez ideal. Su padre se dedicaba a proveer para la familia por lo que le quedaba poco tiempo para pasar con Hugh y su hermano menor, de manera que su enseñanza estuvo a cargo de su madre. Una mujer devota, trató de inculcarle valores y un sentido de la moralidad en sus hijos, pero al mismo tiempo fue una mujer progresista que siguió los consejos de la psicología moderna. Su fuente principal fue Parents, una revista financiada por la Fundación Rockefeller que proporcionaba información experta sobre todo lo relacionado al desarrollo de los niños.
De voluntad fuerte, Hefner resentía cualquier obligación o restricción que, para él, carecía de sentido. aunque sus padres le enseñaban disciplina, eran a la vez complacientes y permisivos con su hijo y rara vez lo castigaban. La combinación de un padre frecuentemente ausente, una madre dividida en sus propias creencias religiosas y los consejos de la psicología moderna que daba mayor importancia a la personalidad individual que a la moralidad, al parecer, fueron creando en Hefner una curiosa mezcla de chico bueno y narcisista incipiente.
No era un niño desafiante, pero a menudo cuestionaba las creencias de sus mayores, especialmente cuando se trataba de la religión y el sexo. Ya era un adolescente cuando se enteró que, algunos años antes, su abuelo paterno había sido arrestado y condenado a un año de cárcel por tocar las partes privadas de tres niñas de 10 y 11 años. Hefner se sintió horrorizado y le dio mucha pena por su padre, sin embargo, al mismo tiempo se preguntaba qué lo había llevado a su abuelo a cometer semejante aberración. El joven Hefner concluyó que era por la represión emocional y sexual a la que había sido sometido el hombre por parte de los puritanos religiosos, los verdaderos pecadores, que querían controlarle su vida sexual.

Lo único que lamentó de su niñez fue la falta de muestras de cariño entre sus padres y hacia sus hijos. Simpatizaba con su padre que se pasaba largas horas trabajando sólo para llegar a una casa ausente de afecto caluroso. También simpatizaba con su madre que prácticamente tenía que criar sola a sus hijos, pero a la vez la consideraba mayormente responsable de la dinámica en la casa. Concluyó que se debía a la represión sexual impuesta por su creencias religiosas. Lo que no tomó en cuenta es que se debió más a lo que aprendía su madre de la ciencia que de la religión. Como quiera que haya sido, parece claro que confundía el cariño con el sexo.
Otro evento que marcó su vida ocurrió poco antes de casarse. Su novia le confesó que había tenido relaciones sexuales con un compañero de trabajo. Hefner la escuchó, atónito, mientras ella lloró y le habló una vez más de sus dudas acerca su próximo matrimonio. Había tenido varias novias, pero, a sus 22 años, nunca había tenido relaciones sexuales con ninguna. A pesar de su desilusión, y sus propias dudas, estaba convencido que debían casarse. Años después, admitió que la noche de bodas no fue satisfactorio y que la relación entre ellos nunca volvió a ser igual.
Lo cierto es que como pareja eran incompatibles. Ella quería formar un hogar tradicional y tener hijos, mientras que él era inquieto y descontento con su vida rutinaria. Fue entonces cuando realmente comenzó su obsesión por el sexo. Recién casados, vivieron con los padres de Hugh por un par de años y tuvieron una vida sexual normal, pero eso cambio cuando establecieron su propio hogar. Hacían fiestas en su casa durante las cuales Hugh iniciaba juegos sugestivos o ponía películas atrevidas mientras él observaba a los participantes.
Una noche mientras miraban una de esas películas con una pareja de amigos, Hefner sugirió que las dos parejas tuvieran relaciones sobre la misma cama. En otra ocasión, sugirió que intercambiaran de parejas, pero a la hora de la hora, la otra mujer se echó para atrás. Entonces, Hefner reclutó a su hermano y su cuñada. Cuando llegó el momento de cambiar de pareja, la esposa de Hugh no quiso tener relaciones con el hermano menor de su esposo. Él, en cambio, no tuvo ningún reparo en tener relaciones con la esposa de su hermano y con eso rompió cualquier límite que había tenido respecto al sexo.

Después de tan solo tres años de casado, Hefner tuvo un amorío que duró un año, además de múltiples encuentros sexuales y al menos un encuentro homosexual. Nunca se sintió culpable por esas aventuras, simplemente entendió que había roto las reglas que le enseñaron sus padres. Con una recién nacida en casa, y una mujer que no compartía su apetito sexual, estaba frustrado y miserable. La vida familiar era monótona y añoraba los días de su adolescencia cuando todo era diversión y él era popular. Es durante esa etapa que le nació la idea que cambiaría su vida por completo.
Con la ayuda de algunas inversionistas, incluyendo a su madre, se dedicó en cuerpo y alma a la creación de Playboy, una revista de alta calidad que, según Hefner, era para hombres sofisticados, con fotografías de mujeres desnudas, artículos interesantes, arte, humor y caricaturas. El material pornográfico ya existía en aquel tiempo, pero se vendían clandestinamente y los hombres que las compraban eran considerados como desviados sexuales. Hefner quería cambiar eso y, en 1953, cuando lanzó la primera edición, la colocó en los mismos puestos donde vendían periódicos y revistas populares. En pocos años, creció su negocio para incluir clubs nocturnos, hoteles, un canal de televisión y su marca que valía millones de dólares.
El propósito de Hefner era igual al de Kinsey, quería normalizar sus perversiones. Fue un empresario muy astuto y alcanzó una fama y riqueza que el otro ni siquiera hubiera podido soñar. Siempre estaba a la vista del público, en fiestas rodeado de mujeres y celebridades, o en los medios de la comunicación dando sus opiniones sobre una variedad de temas relacionadas al sexo. Era admirado por su sofisticación y estilo de vida. No fue hasta después de su muerte que empezó a salir la verdad que ocultaba.

Detrás de todo loco siempre hay hipocresía y mentira. Un multimillonario y uno de los hombres más famosos del los Estados Unidos, Hefner tenía mucho poder. Era una celebridad entre las celebridades y eso fue lo que le permitió mantener ciertos secretos que no quería que salieran al público, y muy probablemente hubieran cambiado la opinión popular que había de él y su organización. La famosa mansión donde vivió rodeado de decenas de mujeres, y que prácticamente funcionaba como un burdel para sus invitados, tenía cámaras en todas partes, incluyendo las recámaras, por lo que se sospecha que el chantaje era gran parte de su poder.
Ahora, varias de las mujeres que convivieron con él afirman que era misógino, controlador, manipulador y narcisista. El hombre sofisticado que se presentaba en público era sumamente perverso en privado. Además de la abundancia de drogas y orgias que ocurrían en la mansión, Hefner llegó a tener relaciones con al menos una menor de edad, aparentemente con el consentimiento del padre de la joven, mientras que una de sus novias asegura que lo encontró teniendo relaciones con su perrita. Algunas de las mujeres escribieron libros contando sus experiencias en la mansión, pero mientras vivió, Hefner impidió que fueran publicadas.
La razón que Kinsey y Hefner son relevantes hoy día es porque fueron los principales contribuyentes para la normalización de la psicopatología sexual. Primero se aceptó como ciencia y luego como un estilo de vida. Si fue realmente aceptada por la sociedad o les fue impuesto por medio del condicionamiento, que es otra manera de decir programación, se pudiera debatir, pero lo que está ocurriendo en la actualidad sugiere que sí fue programación. Como quiera que sea, ya se sabe el cómo, pero lo que no queda claro es el por qué.

Es posible que Kinsey y Hefner no fueron más que prestanombres, idiotas útiles, a la cabeza de un movimiento que fue diseñado para socavar los límites saludables en los adultos y, así, lograr acceso a los niños sin la intervención o protección de los padres. Cuanto más pequeño es el niño, más fácil es inculcarle las creencias deseadas que perdurarán durante toda su vida. Les roba su inocencia y los deja en un estado permanente de vulnerabilidad por ningún motivo sano, y los padres que deben protegerlos los están entregando a la locura. Lograr que se vuelva un niño en contra de su propia naturaleza no puede servir ningún propósito humano. Por lo tanto, tiene que ser espiritual, porque no existe otra explicación razonable.
Piénsalo. Por ejemplo, ¿cuántos artistas de Hollywood tienen hijos transgénero? Ahora, compara ese número con la cantidad de personas que conoces que tienen hijos transgénero. Hollywood es una comunidad relativamente pequeña. ¿En qué consiste la diferencia? ¿Es por naturaleza o es por cultura y educación? Si es por naturaleza, ¿dónde está la evidencia científica? Si es por cultura y educación, ¿por qué quieren hacer creer lo contrario?
Personajes como Kinsey y Hefner son realmente repulsivos y cualquier tema que se trata del abuso de los niños, en la forma que sea, es desagradable. No obstante, se comparten aquí con el fin de mostrar que todo lo que sucede en este mundo es un proceso continuo que está siendo dirigido por fuerzas más allá de la comprensión humana. Los cambios profundos y duraderos se producen de forma gradual y sutil. Así hay menos resistencia y una aceptación implícita porque nadie supo que pasó.